miércoles, 17 de junio de 2015

LEYENDA DE LOS INDIOS CROW, EL VERANO Y EL INVIERNO

 
Mujer de Corazón Fuerte se escondía en la tienda que se levantaba en lo más alto de la cordillera picuda y escarpada que hería, en los días de nublos y torrentera, los cielos algodonosos y oscuros que encierran la apretada lluvia que ha de caer sobre las praderas y correr desbocada como corcel frenético por los cauces de barrancas y arroyos repletos de cascotes y reptiles que guardaban sus hediondos nidos en las riberas abruptas, jóvenes, de los esteros.
 
Mujer de Corazón Fuerte era la encargada de aventar, desde sus alturas, sobre el país de los crow el invierno, de modo y manera que este pueblo permanecía eternamente con los rigores de la estación fría, mientras que el verano la ladina mujer lo lanzaba hacia las tierras del Sur, con lo que ellas siempre estaban sufriendo los sofocos de la estación estival.
 

La mujer afortunada, la poderosa —de seguro una diosa o un hada bajada a la Tierra desde el Mundo Superior—, pero igualmente caprichosa por la forma tan arbitraria que tenía de administrar su excepcional don, escondía en lo más recóndito de su cabaña una serie de sacos de colores que apilaba en la cueva excavada sobre la roca viva de la montaña, dentro de los cuales guardaba escrupulosamente el verano y el invierno. En ello tenía sumo cuidado, porque precisamente en esos sacos es donde residía la fuerza del poder que tenía sobre los humanos. Ellos eran la única herencia y riqueza con que fue dotada antes de ser expulsada del Mundo Superior. Por tanto, su verdadera preocupación era que estuviesen seguros y bien custodiados para que no se perdiera ninguno. Por eso la mujer todos los días, antes de entregarse al sueño letárgico que necesitaba para subsistir en la Tierra, contaba y recontaba el número de los sacos para cerciorarse de que no había sido robada por nadie. Con ese innoble afán, propio de los avaros, la insidiosa mujer permanecía junto a ellos, donde le sobrevenía la dormición que la hacía pasar toda la velada en el tabuco que los contenía.
 
En aquel mundo de semioscuridad y frío vivía Coyote Hombre Anciano, un ser legendario y clave en el desarrollo de la vida de los hombres del Mundo Medio. Un héroe descendido de los cielos y enviado para organizar, aunque fuera torpemente, la vida de los pieles rojas.
 
Coyote había alcanzado el sobrenombre de Hombre Anciano después de vivir una larga vida azarosa y sin control alguno, yendo de un lado para otro sin freno por la vida. Siempre fue considerado como un héroe y una figura cómica y ridícula. "Creó el mundo tal como lo conoció y fue reverenciado, por tanto, como un creador y un transformador, pero también se le consideraba como un embaucador astuto y un tonto glotón. A veces se le echaba la culpa a su estupidez, avaricia, curiosidad y falta de previsión por las dificultades de los hombres, como la caza, los partos, el invierno y la muerte."
 
Coyote, en su juventud, fue un embaucador y un creador; era el hermano menor del más responsable Lobo. El Creador lo envió a la Tierra para que preparase el lugar en el que tenía que vivir y desarrollarse el hombre, cuya llegada al Mundo Medio era inminente.
 
"Aunque limpió la tierra heroicamente de monstruos malos, también cometió inadvertidamente muchos errores que eran a la vez divertidos y trágicos, y ordenó el mundo de formas que no siempre eran las más lógicas y justas."
 
Coyote, antes de llegar a ser Hombre Anciano en sus aventuras y desventuras más o menos desgraciadas y ridículas murió muchas veces, pero siempre estaba a su lado Zorro para retornarle a la vida, insistiéndole en que cumpliera con sus ineludibles deberes que le habían sido asignados por el Creador.
 
Las hazañas de Coyote fueron innumerables. Se le contaban numerosas mujeres que desposó según donde se desarrollara su existencia. Entre sus esposas más conocidas se cuenta Topo y Comadreja, y también tuvo otra que era la esposa de Trueno, a quien él se la raptó.
 
En su juventud Coyote luchó con ahínco y con extrema laboriosidad para poder eludir las malvadas acciones de Anteep, el protervo señor del Mundo Inferior; hazaña de la cual salió triunfante.
 
De este modo, y tras una larga sarta de aventuras y desventuras, de aciertos, desaciertos y desconciertos, este extraño ser superior, medio astuto y medio lerdo, ridículo y cómico, envejeció lo suficiente para que los hombres, que largamente vivían ya sobre la Tierra, le pudieran nombrar como Coyote Hombre Anciano.
 
Vivía el héroe viejo en la tierra de los crows azotada e invadida por el extremado helor, el eterno invierno a que la había sometido caprichosamente Mujer de Corazón Fuerte.
 
Estaba desesperado con el intenso frío que pasaba en el ocaso de su existencia. Cubierto por la gran frazada hecha con las cuatro pieles de los osos que venciera y matara en su juventud, tiritaba y maldecía a la mujer deshonesta y cruel. Un joven solía acercarse a él con la intención de calentarse un poco arrimándose al primitivo edredón que cubría su cuerpo. Coyote Hombre Anciano no pudo aguantar más y dirigiéndose al muchacho le comunicó su decisión:
 
—Me voy...
 
El joven le interrumpió asustado por la reacción grave del anciano:
 
—¿Adonde irás?
 
—Me voy detrás del verano. No aguanto más este frío que ataca sin consideración a mi artrosis —declaró el héroe de leyenda colérico.
 
El joven piel roja le rogó:
 
—¿Es que, Coyote Hombre Anciano, no has corrido bastante durante tu vida? ¿Es que no deseas asentarte de una vez y regalarnos, regalarme a mí, con tu sabiduría y con el relato de tus hazañas y epopeyas?
 
El enviado del Creador le dijo serenamente:
 
—Es que mis aventuras y misión no han acabado aún, aunque tú y gentes como tú me apodéis "Hombre Anciano" —descansó un momento en su perorata, miró desde su silencio a su alrededor, se percató de que el frío agostaba hasta el verdín y el moho que crecía entre las piedras, de que la capa de hielo fina sustituía al agua cristalina y traslúcida que llenaba el lago, luego tornó la cándida luz de sus ojos hacia el joven amigo y le expresó:
 
-Debo embarcarme en una nueva aventura. He de conseguir para vosotros, los crow, un clima mejor, benigno, aquel que pueda permitir la vida fácil en estas grandes llanuras.
 
El muchacho piel roja preguntó, abriendo mucho sus ojos:
 
—¿Y no has de volver más por aquí?
 
Coyote Hombre Anciano mostró una hueca y lerda sonrisa en su rostro antes de contestar al joven amigo.
 
—Eso no lo sé. Lo que sí sé es que estas excelentes llanuras que se abren en el gran país crow volverán a ser feraces, a hervir con el aliento de la vida —y añadió tristemente—: El que yo vuelva a este lugar o no carece de importancia. No soy yo quien ha de decidir esto.
 
El muchacho quedó apenado, callado y pensativo.
 
Coyote Hombre Anciano observóle estúpida y largamente y de inmediato se acercó a él y le dijo:
 
—Para ir detrás del verano necesito tu ayuda.
 
El piel roja, al escuchar estas palabras, salió de su letargo. Sus pupilas le brillaron con una luz de esperanza, con ganas de agradar y, acercándose al anciano aventurero, le preguntó esperanzado:
 
—¿Qué puedo hacer por ti? Sabes que estoy dispuesto a ayudarte en lo que sea, incluso a seguirte fielmente como un can en tu hazaña.
 
La ansiedad llenaba el pecho del joven.
 
El otro le calmó y le apaciguó, diciendo:
 
—No es a ti precisamente a quien necesito para completar mi aventura.
 
—¿No? —preguntó desilusionado el joven. E inmediatamente añadió—: ¿Qué es lo que necesitas?
 
Coyote Hombre Anciano le dijo confidencialmente:
 
—Sé, porque tengo poderes para ello, que debo llevar en la aventura de robar el saco lleno de verano cuatro animales machos que me son imprescindibles para triunfar en este lance que me he propuesto.
 
El muchacho crow quedó pensativo y en seguida preguntó:
 
—¿Son indiferentes los animales que debes de llevar contigo?
 
—Lo son —confirmó el anciano arrebujado en su manta de pelo de oso. Y añadió—: La única condición es que los cuatro sean machos.
 
—Te los traeré.
 
Y se perdió en la lejanía gris y helada de las llanuras.
 
Coyote Hombre Anciano aún tuvo tiempo de gritarle:
 
—¡Aquí estaré esperando a que regreses con las cuatro bestias macho!
 
El muchacho ni se volvió para asentir.
 
El viejo aventurero y embaucador se emburujó dentro de la frazada, tapó con ella hasta su cabeza y cayó en una especie de letargo invernal en el cual ni comió. Sólo suspiraba de cuando en cuando, sacando un ojo por una de las esquinas de la manta de piel de oso por ver si llegaba el mozalbete.
 
—¡Ya estoy de regreso, Coyote Hombre Anciano!
 
El murmullo del jadeo del joven llegó a los oídos del aventurero que, curioso, se desarrebujó y contempló ante sí al piel roja crow.
 
—¡Mira lo que te he traído! —díjole.
 
—¡Acércate más para que lo pueda ver mejor!
 
El indio le obedeció mientras decía en son de disculpa:
 
—No sé si te van a servir.
 
Coyote Hombre Anciano, interesado, le preguntó:
 
—¿Qué me traes?
 
—Cuatro animales. Son los únicos que he encontrado entre la llanura y el bosque —contestó el muchacho.
 
Desconfiado, el héroe legendario preguntó:
 
—¿Son machos?
 
—Lo son.
 
—¿De quiénes se trata?
 
El joven piel roja se los presentó delante, a la vez que los iba nombrando con cierta timidez por si había cometido algún error y no le servían:
 
—Son un ciervo, un coyote, una liebre y un lobo.
 
Coyote Hombre Anciano sonrió satisfecho, haciendo una mueca llena de estulticia y estupidez. Y expresó:
 
—Ésos son precisamente los animales que me van a ser más útiles. Son rápidos en su carrera y más resistentes que yo mismo.
 
—Entonces ¿son de tu utilidad? —preguntó el crow satisfecho de poder ayudar en algo al viejo héroe.
 
—Si tenemos que huir a todo correr ellos son los adecuados.
 
Los dos hombres se despidieron y Coyote Hombre Anciano comenzó su larga caminata que le había de llevar hasta la tienda de Mujer de Corazón Fuerte acompañado de los cuatro animales machos.
 
"Con el fin de levantar pasiones sexuales Coyote Hombre Anciano se convierte en un alce..."
 
... acompañado de los cuatro machos comienza a escalar el alto macizo montañoso en una de cuyas cumbres tiene su morada la insidiosa y caprichosa mujer que enviaba hacia las llanuras del Norte el gélido invierno. Tras arduos esfuerzos y sufrimientos Coyote Hombre Anciano consiguió llegar hasta el umbral de la tienda de Mujer de Corazón Fuerte. Astuto y ladino como era el aventurero legendario, urdió una trama para engañar a la dueña de los sacos llenos de verano y se dispuso a llevarla a cabo. Para ello lo primero que hizo fue reconvertirse de nuevo en su propia figura deshaciéndose de su personalidad de alce, que sólo le había servido para escalar mejor los riscos y las cumbres, en su propósito de llegar a donde estaba.
 
Coyote Hombre Anciano, de súbito y ante la puerta de la casa de Mujer, comenzó a dar alaridos, gritos, pitidos, ronquidos, toda clase de sonidos estridentes con los que llamar la atención de ella.
 
También conminó a sus cuatro ayudantes machos, el ciervo, el coyote, la liebre y el lobo, a que berrearan y ladraran, que alborotaran lo más posible para que Mujer cayera en la trampa.
 
Luego él mismo, cuando escuchó movimiento dentro de la tienda, se escondió tras una roca que se alzaba junto a la puerta de la misma y ordenó a los cuatro animales machos que no cesasen en su jarana.
 
Mujer de Corazón Fuerte, intrigada y curiosa, salió de su refugio y demandó por aquel, o aquellos que atronaban con gritos, berridos y aullidos frente a su morada.
 
En el momento en que la mujer, indignada, salía al exterior con la maldición y la queja en su boca, Coyote Hombre Anciano se libró de su escondite y con gran disimulo y sigilo aprovechó la oportunidad de introducirse dentro de la casa donde Mujer guardaba con tanto celo sus sacos llenos de verano.
 
Mujer de Corazón Fuerte, percatándose de que todo aquello era una vil y mal organizada añagaza, se dio la vuelta y vio al embaucador héroe que se colaba en su casa y se lanzó tras de él, insultándole y agrediéndole con gran saña.
 
—¡Toma, sal de ahí, abandona mi casa!
 
Agarrados en lucha personal los dos seres bajados del Mundo Superior, luchaban con gran ahínco y ferocidad. En la pelea el hombre consiguió sobreponerse ligeramente a la mujer y aprovechó ese instante para pintarle la cara con una pintura medicinal que portaba escondida en sus alforjas. En realidad, aquello era un hechizo mágico que hizo que Mujer de Corazón Fuerte quedara inmóvil y desposeída de todos sus poderes sobrenaturales.
 
Coyote Hombre Anciano se introdujo tranquilamente en el interior de la tienda y le robó el saco que contenía el verano, con la mayor alevosía. Luego con él al hombro se alejó del lugar, corriendo, camino de las grandes llanuras de los indios crow.
 
"Corre con él hasta que se cansa..."
 
Entonces le pasó el saco a coyote, que enfiló las veredas y los recovecos de las sendas montañosas hiriéndose en las patas hasta caer extenuado. Es entonces la liebre quien le releva en aquella carrera contra reloj del traslado del saco, la cual corre hasta caer reventada por el cansancio. Asimismo el ciervo se hace cargo del pesado saco que contiene el verano y, saltando de peña en peña, desciende a las llanuras hasta que en un traspié resbala y queda tendido, moribundo, junto al tronco de un gran sauce, y muere junto a la preciada carga que tienen que transportar. Es entonces cuando el corpulento y robusto lobo de pelaje negro toma por su cuenta el saco y corre con toda la energía y poder que le confieren sus músculos para llevarlo hasta la región de los crow. Cuando llegó a ella, abrió el saco que apresaba al verano delante de los pieles rojas que habitaban ese lugar dejándolo libre y...
 
"... y se llega al acuerdo de que cada país en adelante tendrá verano e invierno."
 
 
 
 
 
 
 

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